Cuando abordamos el tema de la ansiedad, en realidad estamos adentrándonos en el territorio de una alarma natural de nuestro organismo, una defensa ante situaciones que percibimos como amenazantes. En esencia, es el grito de “¡algo está por suceder!” que se origina en nuestro interior.
Este mecanismo de alerta, en realidad, es sumamente adaptativo. Sirve para adaptarnos, para pelear, huir, enfrentar, o responder en concordancia con la circunstancia. Siempre y cuando siga cumpliendo su propósito de protegernos del entorno, se considera saludable. Sin embargo, el dilema surge cuando esta respuesta se desborda y abarca diversas situaciones. En ese punto, lo que alguna vez fue un mecanismo de defensa se convierte en un obstáculo disruptivo, entorpeciendo el funcionamiento normal de la persona.
¿Y por qué se llega a este punto?
La respuesta radica en la interpretación disfuncional que la persona empieza a tejer sobre su realidad. Esto se da a través de las creencias irracionales que se activan al enfrentar situaciones que despiertan temor.
Por ejemplo, imagine a alguien que sostiene la creencia de que es un fracaso. Cada vez que este individuo se topa con una situación que activa esta creencia, la ansiedad emerge con fuerza. Esa ansiedad se alimenta del miedo a que su profecía personal se cumpla.
Pero ¿qué tipos de distorsiones perceptuales pueden influir en esto?
La primera de ellas es la “catastrofización”, en la cual los hechos se magnifican y transforman en cataclismos. No se contempla la posibilidad de un desenlace positivo.
La “polarización” es otro patrón común, en el que las cosas son catalogadas en términos de bueno, malo, todo o nada, adoptando una visión absolutista y rígida.
Aquellos que se enfrascan en la “distorsión de razonamiento emocional” asumen que todo lo que sienten es un presagio de lo que ocurrirá. Así, alguien que experimenta celos podría creer que es porque su pareja lo está engañando, alimentando su convicción de ser un fracaso.
La “adivinación” es también frecuente, llevando a personas a creer que sus pensamientos determinan los acontecimientos. En esta categoría, la catastrofización es compañera constante. Ejemplo: Si alguien deja de responder en WhatsApp y está en línea, entonces debe estar conversando con alguien más interesante, y eso culminará en que me abandonará por esa persona.
Es fundamental destacar que la ansiedad es un síntoma que refleja fallos o conflictos en la personalidad. Por esta razón, en la terapia cognitivo conductual no nos concentramos únicamente en los síntomas de ansiedad, sino también en los patrones de pensamiento que los generan.
Cuidar de nuestra salud mental es esencial, ya que, sin ella, nuestra capacidad para adaptarnos al entorno se ve limitada. El entorno reflejará la calidad de los pensamientos que forjen nuestra mente.
Con Cariño, Psicóloga Cyntia Deibele